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Tasha y Mariam: Una versión de "ellas"

  • Foto del escritor: Misma
    Misma
  • hace 6 días
  • 4 Min. de lectura
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A esta entrada del blog le llamo

TASHA Y MARIAM: UNA VERSIÓN DE "ELLAS"


El otro día, Tasha llegó a su casa luego de concluir una larga jornada de trabajo. Eran alrededor de las diez y media, casi las once. Ese día la noche estaba inusualmente oscura, por lo que, cuando apagó el auto, todo quedó en sombras, mas no así en silencio; debido a que, en el lugar en el que vivía, era bastante común que el sonido de los coquíes y de los grillos asaltaran los oídos del vecindario a partir de cierta hora.


Mientras recogía la cartera y unas cuantas cosas más para bajarse del auto, las luces de otro auto llamaron su atención.


¿Quién viene por ahí a esta hora?, se preguntó cagada del miedo por cómo estaban las cosas de difíciles en su pequeña islita. 


La entrada a su casa era privada, y, a esa hora, no acostumbraba a recibir visitas; así que permaneció en el auto a oscuras, mirando de reojo para ver de quién se trataba.


Da la casualidad que quien le hizo pasar el susto de la vida fue su querida vecina.


A decir verdad, era raro que ambas coincidieran en la propiedad en la que una vivía arriba y la otra, abajo; ya que sus horarios confligían, incluso, los fines de semana. Pero esa noche fue la excepción.


Cuando Tasha se dio cuenta de que se trataba de la Mariam, se bajó del auto con los motetes y con el alma de vuelta en su sitio. 


—¿Qué hacías en la calle a esta hora? —le preguntó Mariam a Tasha a regañadientes, y con una borrachera encima digna de admiración.


—¿Qué te pasa, Mariam? Estaba trabajando. Mejor dime qué hacías tú, que mira cómo estás —Tasha le preguntó, hasta cierto punto preocupada por parecerle extraño que hubiera llegado en ese estado a su casa, y más tratándose de un lunes.


—¿Qué te importa? —le restregó Mariam en la cara. 


—¡Shhh! Baja la voz, que ya es tarde y los vecinos están durmiendo —le advirtió Tasha.


—Bájala tú —Mariam replicó de malcriada. 


En vista de que Mariam estaba ida, Tasha trató, tanto como le permitió su paciencia a esa hora de la noche, de seguirle la corriente mientras la ayudaba a abrir la puerta de su casa para que las cosas no se salieran de control.


Sin embargo, en una de esas, por poco se le cae.


¿Quién iba a poder con una mujer que trató de sanar sus heridas con el alcohol equivocado en pleno inicio de semana, si ni siquiera podía mantenerse de pie?

 

No obstante, cuando lograron entrar, Tasha la llevó directo a la cama.


En medio de las risas que le provocaron las ocurrencias de la embriagada, la buena samaritana le quitó los zapatos. Luego, tomó la frisa que estaba cuidadosamente doblada en una esquina de la cama y la arropó. Antes de irse, procuró dejarle tanto las llaves como la cartera bien puestas en su sitio para que, cuando se levantara y se preguntara "¿qué carajos pasó anoche?", se le hiciera fácil encontrarlas.


—Esperemos que mañana te vaya mejor y no amanezcas con resaca; descansa —dijo Tasha, tratando de salir de la habitación de puntillas para que Mariam no volviera a alterarse, después de parecer que se había quedado dormida. 


—No, Tasha, a mujeres como nosotras no nos irá mejor —Tasha se frisó del susto cuando escuchó a Mariam—, aunque nos arreglemos, nos hagamos uno que otro retoquito y pongamos ante todos la mejor cara. 


—¿Qué dices? —preguntó Tasha, pero Mariam siguió hablando.


—Muchos suponen que, como estamos solas, estamos queridas. Pero que nos pregunten de las veces que nos hemos enfermado sin cuidados. De nuestros días de impotencia, tristeza o frustración. De cuánto nos ha costado salir adelante. De las ocasiones en las que hemos necesitado algo; incluso, apoyo o un simple favor. De si tenemos sueños, planes, metas. De cómo nos hemos sentido ante una situación. De algún logro por el que debimos ser felicitadas. De todas las veces que necesitamos un abrazo que nunca llegó. 


Para cuando terminó de decir lo que aparentemente la motivó esa noche a ahogar sus penas, en todo, menos en agua, la que de las dos estaba sobria se había dado la vuelta y había regresado a su lado. En el transcurso, se recostó de la pared, y, al igual que sus lágrimas lo hicieron por sus mejillas, se deslizó por ella hasta caer sentada en el suelo en señal de derrota. 


—Estás llorando, ves que tengo razón —dijo Mariam con la lengua pesada, esta vez llorando de la borrachera, del cansancio y del dolor que en ocasiones le causaba estar y sentirse completamente sola, sin poder contar ni con su propia sombra. Después, añadió—: A veces me pregunto: ¿Qué será de nosotras, Tasha? Aunque no lo creas, somos muchas en la misma situación: Annette, Jessie. Karla, la de mi trabajo, ¿te acuerdas de ella?, y Leslie, Mary es otra que está en las mismas...


—¡Shhh!


Tasha no pudo decir más. Mucho menos fue capaz de dejar sola a Mariam esa noche en esas condiciones. Una, porque, sin duda alguna, se vio reflejada en su espejo, para qué negarlo, y, dos, porque eso hubiera sido como optar por abandonarse a sí misma cuando más se necesitaba.


(Mt. 22:39)


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Algunas notas para que nos podamos entender:


  1. La expresión «seguirle la corriente» de alguna manera significa tolerar lo que se ve, escucha o dice con el propósito de mantener una situación tal y como está. 


  2. El término «buena samaritana» hace referencia a una persona que ayuda a otra de manera desinteresada.


P. D. No olvides que siempre que así lo desees puedes compartir las entradas de este blog con las mujeres que te rodean, con esas que forman parte de tu comunidad femenina. Todos los relatos de este blog están inspirados en mujeres y situaciones de la vida real.


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Deseo que, aunque yo termine siendo en tu vida un llamado ave de paso, al menos sea uno de esos que saben dejar huellas a lo bonito con la palabra escrita; porque mira que con #MUJERELLAZOQUENOSUNE me propongo a ir tras una mujer a la vez, recordando en todo momento que fuimos llamadas a amar al prójimo como a nosotras mismas".

 

(Mt. 22:39)

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